El puto "petit plumiere"

Voy a romper un poco con la tónica general de este blog hablando de uno de los centros de ocio en mis momentos de relax durante estas Navidades. Mi “petit plumiere” Game Boy. El Game Boy, hoy tristemente recordado como consolita para niños, es uno de esos maquinones del copón a los que no hay que dejar en la estacada por el simple hecho de haber pasado a mejor vida con sus dibujacos en dos dimensiones. Un momento por favor, porque Game Boy goza de uno de los catálogos de videojuegos más impresionantes de la historia del sector, nada menos que 18 añitos de intensa vida, y esta Game Boy Advance SP es, para muá, la joya de la corona; hasta el punto de contar en mi haber con ocho unidades del citado modelo. Aquí se engendran grandes títulos de la talla de Super Mario (en todas sus vertientes del desplazamiento-lateral-continuo), Zelda, Final Fantasy, Castlevania, F-Zero, Kirby, Wario y un largo etcétera de títulos que conseguiría desbancar a todo el catálogo unido de Nintendo DS y PSP en un abrir y cerrar de ojos. Lamentablemente las cosas a día de hoy continúan cambiando para mal (no es cuestión de nostalgia), y la industria del videojuego ya no es la que era desde hace mucho tiempo. Industria siempre respetable dadas las modas actuales y el puto “casual gaming” (concepto este que me tiene hasta los mismísimos), y que en cierta manera ha dejado de lado a los más veteranos del lugar dando paso a impresionantes sagas del ocio electrónico de la categoría de: Maquilla a tu Pony como si fuera una prostituta en potencia. Queremos juegos de verdad, que nos diviertan como lo que son: juegos, y menos tonterías y desparpajos graficosos que consiguen que lancemos el mando por la ventana de buenas a primeras. Sí, mi intención es generar polémica, así que les dejo que me voy a jugar a las Bratz.