Trabajo, matrimonio y muñecas

No es un orgullo para una servidora el trabajar en cierta empresa, ni mucho menos intentar fardar sobre ello. Con los tiempos que corren, ya he perdido la cuenta de las veces que me han dicho que tener un trabajo es un tesoro. No sé se será un tesoro o una forma bonita de amargarse la vida, pero lo que tengo muy claro que no hay nómina en el mundo que me pague lo que en esa empresa he encontrado.
Por motivos varios y a mi parecer muy justificados, me he negado durante años a llevar una chapa con mi nombre. Llamarme cabezota o lo que queráis pero pienso que no es del interés de nadie el como se llama una pobre cajera que te atiende e intenta realizar el trabajo que las directrices de la empresa la obligan. El caso que ahora he de llevarla, pues el que me tiren a la calle de gratis por una chapa gana por goleada a mi cuadriculado orgullo y si tengo que llevarla y que me vean con ella 200 clientes/día, hagamos bien las cosas y colguemos mi chapa-nombre vía internet.
Nadie dirá que no me lo he currado pues mejor moza a juego que esta, ninguna.
Tenía muchas ganas de hacer una foto a este trío con los hakamas de Azone que tenía en casa. Tuve la suerte de adquirirlos en aquella lejana época donde el yen estaba por los suelos, pues dudo mucho que a día de hoy llegara a pagar los 4,500 yenes que había que desembolsar por cada uno.
Fueron una buena inversión y espero prontito recaudar para que veais el vestido de novia que estoy deseando adquirir para ellas. No creo en el matrimonio pero sí que me uno al grupo de tontas que sueñan un día por llevar uno de esos vestidos y que todo el mundo te mire. De mientras me conformaré con que lo lleven mis chicas.

Azone doll Hakamas

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